miércoles, 13 de mayo de 2009

LEYENDAS HEROICAS PARA LA COMUNIDAD (VIII)

"Siento ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa”.
Francisco de Goya, en una carta manuscrita del 24 de febrero de 1814 donde proponía al gobierno provisional pintar los dos cuadros de aquí abajo, para conmemorar el inicio en 1808 de la revuelta popular contra la invasión napoleónica y la posterior Guerra de Independencia española. La regencia le contestó a Goya apoyando la propuesta; más tarde se le retribuiría mediante un Real Decreto.

Cuando Goya aborda la pintura en 1814 de estos dos cuadros emblemáticos, EL DOS DE MAYO EN MADRID O LA CARGA DE LOS MAMELUCOS y su pareja, la obra maestra EL TRES DE MAYO EN MADRID o LOS FUSILAMIENTOS DE LA MONTAÑA DEL PRÍNCIPE PÍO, los rebeldes madrileños de mayo de 1808 ya habían sido mitificados en todo el país y elevados a la categoría de héroes sacrificados por la libertad, frente a la opresión del invasor. De los FUSILAMIENTOS DEL 3 DE MAYO se han destacado, además de sus aspectos pictóricos innovadores, sus bases en la iconografía tradicional del martirio cristiano, en particular por la postura de brazos abiertos en cruz del fusilado de camisa blanca, e incluso por el estigma que Goya pintó en la mano derecha de esa víctima central. En el cuadro también hay un elemento típico en las representaciones del prendimiento de Jesucristo, la linterna. No voy a seguir con el análisis de la composición del cuadro y de sus revolucionarias aportaciones a la historia de la pintura en general y al género de la pintura histórica en particular, pues eso daría para varios posts enteros, pero sí quiero destacar otro elemento que ha sido muy comentado porque será una constante en obras con temática de sacrificio heroico patriótico: los represores, el invasor extranjero, aparecen ocultos, sin identificar, como una masa anónima y monolítica que ejecuta órdenes de forma maquinal.

La intención principal de Goya con estos cuadros, según los historiadores, fue doble. Por un lado, apelar a sentimientos patrióticos y de reafirmación nacional tras el final de la Guerra de Independencia española; por otro, despejar las dudas de afrancesado que pesaban sobre el pintor aragonés.

"Podrían entenderse El dos de mayo de 1808 y El tres de mayo de 1808 (hacia 1814, Madrid, Prado), de Francisco de Goya, como una respuesta del pintor aragonés a la conocida pintura de Gros La rendición de Madrid (1810, Versalles, M. N. del Castillo), que se expuso en el salón de 1810, en el que se representa la absoluta entrega de los españoles, verdadera humillación en algunas figuras que se echan al suelo, y la nobleza —y contento en uno de los guardias (verdadero guiño popular o populista de Gros a sus conciudadanos)— de los mandos franceses, uno de los cuales sujeta en la mano derecha el decreto de amnistía para los ciudadanos de Madrid. No sabemos si Goya conocía esta obra de Gros, aunque fuera a través de estampas o por información indirecta, es posible que no y que pintara las suyas a tenor de los acontecimientos que se desatan en la contienda y en la órbita de las estampas que por entonces se publicaron en Madrid, que recuerdan, como ya señalé antes, algunas estampas francesas revolucionarias, pero la historia se ha encargado de hacer «justicia poética» y es ya habitual emparejar la pintura de Gros con la de Goya. El cuadro del francés presenta la rendición de Madrid en la óptica victoriosa y compasiva de los héroes franceses, los de Goya plasman la resistencia y la represión".
(Valeriano Bozal, historiador del arte y experto en Goya)

Se estima que la Guerra de Indendencia española causó entre 215.000 y 375.000 muertes de habitantes, como víctimas directas de la violencia y de las hambrunas de la época. Las regiones especialmente afectadas fueron Cataluña, Extremadura y Andalucía. Hubo destrucción de infraestructuras, de industria, agricultura y patrimonio cultural, además de una bancarrota estatal. El conflicto contra las tropas napoleónicas reafirmó los sentimientos de identidad nacional española (a pesar de los enfrentamientos entre "patriotas" y "afrancesados"), una identidad patriótica que fue impulsada por los liberales apelando a la soberanía nacional, proclamada en la primera Constitución española. Una Constitución, recordemos, de claro signo liberal frente a las posiciones absolutistas, que recogió la división de poderes, el derecho al voto para mayores de 25 años, la igualdad de todos ante la ley y otros derechos individuales como el de la libertad y la propiedad, la educación, la libertad de imprenta o la inviolabilidad del domicilio. La Constitución fue aprobada en 1812 en las Cortes situadas provisionalmente en Cádiz, debido justamente a la invasión napoleónica.

"Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido"
(Napoleón, en su exilio de Santa Helena)

"Desde esta misma ventana vio mi amo los fusilamientos con un catalejo en la mano derecha y un trabuco cargado con un puñado de balas en la izquierda. Si llegan a venir los franceses por aquí, mi amo y yo somos otros Daoiz y Velarde".

Al acercarse la medianoche Goya le ordenó que cogiese el trabuco y le siguiese: "Fuimos a la montaña del Príncipe Pío, donde aún estaban insepultos los pobres fusilados. Era noche de luna, pero como el cielo estaba lleno de negros nubarrones tan pronto hacía claro como oscuro. Los pelos se me pusieron de punta cuando vi que mi amo, con el trabuco en una mano y la cartera en la otra, me guiaba hacia los muertos (...). Luego, sentándonos en un ribazo, a cuyo pie estaban los muertos, mi amo abrió su cartera, la colocó sobre sus rodillas y esperó a que la luna atravesase un nubarrón que la ocultaba. Bajo el ribazo revoloteaba, gruñía y jadeaba algo (...), pero mi amo seguía tan tranquilo preparando su lápiz y su cartón. Al fin la luna alumbró como si fuera de día. En medio de charcos de sangre vimos una porción de cadáveres, unos boca abajo, otros boca arriba, éste en la postura del que estando arrodillado besa la tierra, aquel con la mano levantada".
(Isidoro Trucha, criado y jardinero de Goya, en testimonio probablemente verídico reconstruido por Antonio de Trueba)

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